Acné

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Dra. Noelia Martínez

El acné aparece por una alteración de la unidad pilosebácea: esto es el folículo piloso asociado a una glándula que secreta sebo -sustancia aceitosa- que se encarga de hidratar la piel.

Existen diferentes variantes de acné (neonatal, infantil, farmacológico, etc…) y la más frecuente es el acné juvenil, que aparece durante la adolescencia, muchas veces debido a los cambios hormonales que se producen en esta etapa.

Los mecanismos principales por los que aparece el acné son 4, aunque se desconoce el orden de aparición de los mismos y cómo interactúan entre ellos:

  • Sustancias proinflamatorias liberadas en la piel 
  • Aumento del proceso de queratinización
  • Aumento y alteración de la producción de sebo -en general por aumento de andrógenos (hormonas con efecto masculino) o de la sensibilidad a los mismos-
  • Colonización del folículo piloso por parte de Propionibacterium acnes –que también contribuirá a perpetuar la liberación de sustancias proinflamatorias-

Factores que pueden conllevar un acné más grave son la aparición precoz de comedones (puntos negros y blancos antes de los 12 años de edad), familiares con antecedentes de acné, dietas con un alto índice glucémico (predominio de alimentos que aumentan el azúcar en sangre de forma muy rápida), productos lácteos,… También existen factores facilitadores de brotes de acné como podrían ser los ciclos menstruales, la manipulación de las lesiones, el estrés emocional e incluso algunos fármacos -algunos anti-epilépticos, algunas quimioterapias y también anabolizantes esteroideos, entre otros-.

El acné juvenil suele remitir espontáneamente hacia el final de la adolescencia, aunque no son pocos los adultos que continúan presentando lesiones de acné pasados los 20 años de edad.

Clínicamente, el acné tiene diferentes manifestaciones como son: comedones -puntos negros y blancos-, pápulas -granitos rojos-, pústulas -granitos rojos con punta blanca-, nódulos -lesiones por debajo de la piel, frecuentemente dolorosas-, quistes -bolsas subcutáneas- y, finalmente, cicatrices.

Todas y cada una de estas manifestaciones pueden aparecer conjuntamente en el mismo individuo o aparecer con mayor predilección con uno o dos tipos de lesiones en el/la paciente. Según el tipo de lesión que predomine en cada acné, tendremos el acné comedoniano, el acné pápulo-pustuloso y el acné nódulo-quístico.

A nivel de tratamiento existen pocas recomendaciones basadas en la evidencia, aunque son muchas las opciones de las que se disponen. Por tal de escoger la opción que mejor se adecúe a cada acné, es importante valorar qué tipo de lesiones predominan, qué distribución tiene el acné (en qué lugares del cuerpo aparece) y qué afectación psicológica y de calidad de vida está representando en el paciente.

El tratamiento tópico suele indicarse en acné leve, acné comedoniano o con pocas lesiones inflamatorias (rojas). Incluiría la aplicación cutánea de sustancias como el peróxido de benzoilo, retinoides (adapaleno, tretinoína,…), antibióticos, ácidos (salicílico, azelaico,…), peelings químicos o una combinación de ellos.

Por otro lado, tratamiento oral se reserva para formas de acné más graves, que no responden al tratamiento tópico o con elevado riesgo de dejar cicatrices. Aquí encontraremos la opción de tomar antibióticos, anticonceptivos (en caso de paciente mujer), isotretinoína o, incluso, corticoides, entre otros.

No debemos olvidar que existen dispositivos lumínicos que también pueden mejorar las lesiones de acné y aquí incluiríamos la terapia fotodinámica (utiliza luz infrarroja), los láseres vasculares (lesiones inflamatorias) e incluso lámparas multi-LED. 

Si al leer este post crees que podrías cumplir criterios de acné, no dudes en pedir visita para valorar tu caso de forma individual y explicarte las mejores opciones terapéuticas.

Bibliografía:
Williams HC, Delavalle RP, Garner S. Acne vulgaris. Lancet 2012; 379:361-72
Degitz K, Placzek M, Borelli C, Plewig G. Pathophysiology of acne. J Dtsch Dermatol Ges 2007; 5: 316–23.
Shalita AR. Acne: clinical presentations. Clin Dermatol 2004; 22: 385–86.

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